Un pastor se quejaba amargamente con un predicador visitante, contándole acerca de la forma en que era tratado por su congregación. Luego de escucharle durante un rato, el predicador le dijo: --¿Le han escupido en la cara alguna vez? --No, hasta ese punto no han llegado. --¿Le han azotado? --Tampoco --¿Le han coronado de espinas? Ya esta última pregunta el hombre no la contestó. Y su visitante prosiguió: --A su Señor y al mío lo trataron de esa manera, y sin embargo, “no abrió su boca”. Por D.L. Moody.
Comentarios